Apuntes de Clase: El Bautizo de Cristo

Por: Héctor A. Delgado

Nota: El siguiente comentario constituye una reflexión sobre algunos aspectos teológicos que considero de interés en mis lecturas de los materiales de textos asignados por la universidad donde curso mi licenciatura en teología.

PREGUNTA: ¿Qué significado tiene el hecho de Jesús se haya bautizado? ¿Por qué lo hizo? ¿En qué sentido nos representaba a nosotros en Su bautismo?

RESPUESTA: El bautismo de Cristo nos sorprende, porque sabemos que este rito debe ser practicado por personas que se han arrepentido de sus pecados. Y esto obviamente fue reconocido por Juan el Bautista, porque vemos que “resistía” el hecho de tener que bautizar al inmaculado Hijo de Dios. Sin embargo, Jesús fue claro en sus palabras: “Permítelo por ahora, que así nos conviene cumplir toda justicia” (Mat. 3:15, RVA).

El significado más común que se ve en este hecho es que tenemos aquí un ejemplo a seguir, Jesús se bautizó para darnos un ejemplo de cómo debemos ser bautizados, estableciendo así “un modelo para todo pecador salvado por gracia”. Por otro lado, algunos también ven en el bautizo de Jesús una forma de aprobación del ministerio del bautista. Pero estas respuestas dejan aun sin explicar la declaración “cumplir toda justicia”.

La Biblia Nueva Versión Internacional, en su nota sobre Mateo 3:15 nos da otras razones por la que Jesús fue bautizado: 1) “Cumplir con lo que es justo” (es como traduce “toda justicia”). Esto implicaba “que estaba consagrado a Dios y aprobado por Él […] Todas las justas exigencias de Dios respecto al Mesías se cumplieron en Jesús”. 2) El bautizo de Cristo representaba “la llegada del Mesías y el comienzo de su ministerio”. 3) En el bautizo, Jesús “se identificó totalmente con el pecado y los fallos del hombre, convirtiéndose así en nuestro sustituto”. El otro significado que señala la NVI es la que referimos primero en nuestra nota, pero la que más me llama a reflexión es el punto número tres. A continuación añadiremos algunos detalles que creemos también están presentes en el acto del bautizo de Cristo.

Marcos es muy enfático al decir que el bautismo de Juan era “de arrepentimiento para perdón de pecados” (Mar. 1: 4). Aún así Jesús participó de Él. Podemos estar seguro de algo: Jesús sabía muy bien lo que estaba haciendo. El hecho que nos maravilla es que, conociendo aquel rito, participó humildemente con un propósito definido: “Cumplir toda justicia”.

La palabra “justicia” que aparece en la VRV 1960 parece ser una traducción correcta y encaja mejor con la propuesta numero tres de la NVI. Algunos eruditos incluso traducen la frase “toda justicia” como “todo requisito de justicia”[1]. De manera que, debemos seguir en procura de entender las razones por las que Jesús participó del bautizo de Juan. En el evangelio de Mateo, la primera vez que se menciona la palabra justicia es precisamente en este pasaje del bautizo de Cristo. La segunda, es en el Sermón del Monte: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados” (Mat. 5:6). La tercera está en el verso 10: “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos”. La cuarta está en el verso 20: “Porque os digo, que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y los fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”. Ya en este pasaje la palabra “justicia” hace referencia a una justicia falsa, aquella que viene como resultado de una obediencia legalista de la Ley.

La siguiente referencia a la justicia (la sexta, también referida por nuestro Señor), aparece en el cap. 6:1: “Guardaos de ejercer vuestros actos de justicia ante los hombres, para ser vistos por ellos. De esa manera no tendréis merced de vuestro Padre celestial”. La séptima referencia está en el verso 33: “Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. La siguiente referencia que Jesús hace de la justicia es en el contexto de la incredulidad de los judíos hacia el “camino de justicia” de Juan (Mat. 21:32, cf. 23:23).

Cabe señalar que siempre que la palabra Justicia aparece en el evangelio de Mateo (hasta donde pudimos notar), siempre es Cristo quien la usa. Y más aún, es el mismo Señor el que contrasta la justicia correcta (aceptable delante de Dios) y la justicia incorrecta, la que el Cielo no puede aprobar. Esta misma línea de pensamiento (la de una justicia verdadera y una justicia falsa) es seguida y desarrollada por el gran apóstol Pablo en sus famosas cartas a los Romanos y los Gálatas (Rom. 1:17; 3:5, 21, 22, 25; 4:6; 9:30-32; 10:1-4; Gál. 3:6-14, 21; cf. Fil. 3:9). Pablo, entonces, desarrolla en una forma sistemática y teológica la enseñanza de nuestro Señor Jesús sobre la justicia de Dios.

De manera que Jesús, en su persona y ministerio promueve una justicia que es necesaria indefectiblemente para sus seguidores, una justicia que no proviene de la obediencia legalista de la Ley, una justicia de la cual debemos estar “hambrientos”, y por la cual debemos incluso “padecer persecución” si fuera necesario. Podemos decir entonces que, siendo que la mayor necesidad que tienen los seres caídos en el pecado, es la de poseer la justicia de Dios, y siendo que no podemos obtenerla por nuestros propios esfuerzos (cf. Rom. 8:3), debemos volvernos entonces a la única fuente donde podemos adquirirla: El Hijo de Dios (Fil. 3:9).

Podemos ahora entender porqué Jesús le dijo a Juan: “así conviene que cumplamos toda justicia”. El bautismo de Cristo era, como su ascensión a los cielos, un asunto de “conveniencia” para sus seguidores (cf. Jn. 16:7). El primer pasaje hace referencia a la justicia que Jesús estaba labrando para ser otorgada por la fe a sus seguidores (estos son sus méritos), y el segundo, a la necesidad de su partida a la Casa del Padre (cf. Jn. 14:1-3), que haría posible la llegada del Espíritu Santo como Agente regenerador y actualizador de la justicia.

De manera que podemos ver a Jesús en el bautismo actuando como nuestro Sustituto, quien al venir a esta tierra, no solo vivió una vida obediente, murió y resucitó por nosotros, sino que también se bautizó y experimentó arrepentimiento por nosotros. Esto hace posible que casos particulares como el ladrón en la cruz que no llegó a bautizarse (y otros que no llegan a conocer a Dios por medio de sus revelaciones especiales, cf. Rom. 1), puedan alcanzar la salvación por medio de los méritos del Hijo de Dios. Cristo es nuestro Sustituto en todas las cosas referentes a la salvación. Sus méritos lo abarcan todo. Nada quedó fuera de su ministerio redentor.

Referencia:

1 William Hendriksen, El Evangelio según San Mateo, comentario al Nuevo Testamento (Libros desafíos, 2003), pp. 225, 226.

 

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