Apuntes de Clase: Reflexión Sobre Isa. 11:1

Por: Héctor A. Delgado

Nota: Estos breves comentarios constituyen mis reflexiones sobre algunos aspectos teológicos que considero de interes en mis lecturas de los materiales de textos asignados por la universidad donde curso mi lecenciatura en teología.

Isaías 11:1 constituye un pasaje extraordinario, cargado de esperanza para todo creyente en el Dios de Israel. Y resulta mejor comprendido cuando observamos el contexto en que el fue dado.

En el capítulo anterior (10) el Señor había presentado un cuadro de castigo que ejecutaría tanto para Asiria como para Judá, y lo hace hablando de hermosos y florecientes árboles que serían derribados por su continua maldad e iniquidad. Es una metáfora conocida, porque nos recuerda la lección registrada en el libro de Daniel (4: 10-26), donde Nabucodonosor y su reino son comparados con un árbol majestuoso que debido a una sentencia divina, es cortado y sólo se deja su tronco.

El lenguaje empleado por el profeta para transmitir este mensaje de esperanza sigue la misma línea de pensamiento. Solo que hay una diferencia: Asiría será usado por Dios como instrumento de castigo (aunque estos no lo sepan, cap. 10:5-7), luego será “castigado” por su arrogancia (v. 12, 32-34). Pero una vez que el Señor concluye su anuncio del juicio contra los asirios, dirige su vista a un punto luminoso en el futuro: El surgimiento del Mesías. “Saldrá una vara del tronco de Isaí; un vástago retoñará de sus raíces” (Isa. 11:1, VRV 1995). Hay una luz al final del túnel. Aunque el surgimiento del Mesías se presenta en términos humildes, el resultado de su aparición (su obra) es sorprendente, es como la levadura que, una vez puesta en la masa de harina jamás la dejará igual: Ejecutará un juicio justo, recto y firme (vv. 3 y 4). El resultado será la introducción de una era dorada de paz en la tierra (vv. 6 – 8).

Debió ser animador para el profeta Isaías tener esta visión de la edad de oro por venir, pues en el contexto del desorden social, político, moral y religioso de su tiempo, poder apreciar semejante futuro era algo el pueblo de Judá debía ver también. La tierra sería “llena del conocimiento de Jehová como las aguas cubre la mar” (v. 9). Con todo, estas descripciones maravillosas están entretejidas complejamente con los eventos de aquel entonces (vv. 11-16). Esto es propio de las profecías mesiánicas del Antiguo Testamento (cf. Isa. 65:17-25). No siempre resulta fácil armar todo el cuadro que proyectan.

Veamos ahora más de cerca el texto que nos ocupa. El Comentario Exegético y Explicativo de la Biblia reconoce que esta profecía referente al Mesías no solo apunta su obra terrenal en ocasión de su primera venida a esta tierra, “sino principalmente a la segunda venida de Cristo. El lenguaje y las ilustraciones proceden, sin embargo, del asunto temporal y nacional con que comenzó; pero las glorias descriptas en él pertenecen al reinado del Mesías” (Tomo I, p. 664). Pero obviamente no podemos separar la obra terrenal del Mesías de su obra celestial, porque la primera establece las bases para la segunda (cf. Heb. 1:3; 8:1-2).

Cabe destacar que el lenguaje empleado por Isaías en este versículo evoca el empleado en el capítulo 53 acerca del ciervo sufriente. La expresión “un retoño del tronco de Isaí, y un vástago de sus raíces” (BA) apunta a un surgimiento humilde, a una obra hecha con aparente debilidad: “Subirá cual renuevo delante de él, como raíz de tierra seca. No hay hermosura en él, ni esplendor; lo veremos, más sin atractivo alguno para que lo apreciemos” (Isa. 53:2). Pero en ambos pasajes se revela el sorprendente resultado de aquella obra (Isa. 11: 2-10, cf. 53:10-12). Si la traducción que hace la Biblia de las Américas de la última parte de Isa. 11:1, es correcta (“un vástago de sus raíces dará fruto”), entonces esta profecía concuerda aun más con la de Isa. 53 (cf. vv. 10b, 11a).

Los autores del Comentario Bíblico Mundo Hispano destacan que las expresiones “tronco” y “retoño” revelan que “por causas políticas internas [pecados del pueblo] o externas [ataque asirio] la dinastía de David sería interrumpida, pero restaurada antes de que se desvanecieran sus raíces históricas: Y un vástago de sus raíces dará fruto (v. 1)” (Tomo X, p. 66). Nótese que este comentario usa el texto con el mismo sentido que la Biblia de las Américas.

Resulta interesante observar que la palabra “raíz” es usada repetidas veces para hacer referencia a Cristo, lo que implica que esta profecía de Isaías apuntaba a la obra completa que realizaría el Mesías desde  su primera venida y hasta la restauración final de todas las cosas (Apoc. 5:5 22:16). En el libro de Zacarías “Raíz y linaje” se combinan mutuamente (Zac. 3:8; 6:12).

En este texto la ingeniería literaria empleada por el profeta parece sugerir una estrecha relación entre el “remanente” y el “Retoño”. Este último, como el primero surge aparentemente de la nada, cuando ya no quedaba esperanza alguna (cf. Isa. 11:20-22). Después que la nación rebelde fuera cortada y no quedara más que la cepa, de esas raíces aparentemente sin vida brotaría un Retoño que crecería y florecería (Isa. 4: 2; 53: 2; Apoc. 5: 5, etc.). La figura de Jesús como el “Renuevo” de justicia aparece repetidas veces en otras partes de las Escrituras (ver Jer. 23: 5- 6; 33: 15-17; Zac. 3: 8; 6: 12-13).

El destino final del “Retoño” es una “morada gloriosa” (Isa. 11:10b). Lo que implica que aquí es precisamente donde radica la dicha final del remanente (v. 11, cf. 33:17).

En estas palabras podemos encontrar certidumbre y esperanza los que creyentes de hoy. Cuando miramos el caos imperante en nuestra presente sociedad, nuestra fe también resulta desafiada y por momentos a limites casi insportables. Dónde está la promesa de nuestro Dios? Dónde está su liberación? Cuándo volverá el Mesías a la tierra para liberar a su pueblo? Por mementos ocupamos el puesto del inquieto y “preguntón” Habacub, para recibir la misma respuesta divina: “Jehová está en su santo Templo, calle delante de Él todo la tierra”.

Aguardamos con corazón ardiente la manifestación gloriosa de nuestro Dios y Salvador Jejsucristo. Ese día ya no habrá más preguntas, sólo un espacio de tiempo interminable para vivirlo con nuestro Dios, nuestro “Retoño” añorado.


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